Hoy la bañera nos parece un elemento tan común e importante en el baño que nos cuesta pensar en épocas en que no lo fuera. ¡Pero las hubo! Aunque es cierto que la bañera ha sido siempre importante en nuestra cultura, desde edades bien tempranas.
Sigue leyendo y descubre la historia de este invento que tantos ratos de bienestar proporciona.
La antigua costumbre de bañarse
Desde que el primer Sapiens pisó la superficie de la Tierra entendió que los humanos necesitan bañarse a menudo. Una costumbre placentera y sanitaria que debió empezar en ríos y lagos, y continuaría por los baños públicos utilizados en el mundo grecorromano.
Pero en cuanto a bañeras individuales, para uso privado, las primeras de las que se tiene constancia han aparecido en las excavaciones de la Babilonia del 1.800 a.C.
La civilización cretense del 1.500 a.C. también tuvo bañeras individuales, en mármol, piedra y madera, que seguirían utilizándose en el periodo clásico del Mediterráneo.
De hecho, Arquímedes no habría descubierto su famoso Principio de no haber tenido una bañera individual: al entrar y ver cuánta agua rebosaba y caía por el borde, postuló que la masa de agua que se desplazaba era equivalente a la masa del objeto o persona que entraba en ella.
La época clásica supuso una cima en cuanto a higiene y bienestar personal: se entendía que el baño, además de limpiar, relajaba el cuerpo y favorecía la circulación. Por ello, además de lujosas bañeras individuales (hechas incluso en plata) edificaron también grandes termas y baños públicos, como los de Caracalla.
Luego, todo ese mundo desapareció, y con él, la bañera.
El tortuoso camino hasta la bañera actual
La Edad Media no es una época que destaque por su higiene. La inmensa mayoría de la población occidental no conocía más baño que el chapuzón en el río cuando no estaba helado. Las bañeras desaparecieron, y si se encontraron algunas antiguas entre ruinas, se utilizaron como abrevadero para animales, o como sarcófago de lujo para reyes y nobles.
En las casas nobiliarias, o en zonas de influencia musulmana (cultura en la que el baño tiene un papel importantísimo), se veían equivalentes parecidos: grandes tinas circulares de madera que no debían ser lo más cómodo del mundo.
Sería después, a partir del Siglo de las Luces, cuando la bañera volvería a ganar protagonismo. No sólo como elemento sanitario sino incluso medicinal. Marat, el estadista de la Revolución Francesa, tomaba larguísimos baños en su casa para aliviar el picor y el dolor de sus afecciones de piel. Y, de hecho, en la bañera estaba cuando Charlotte Corday le apuñaló en el corazón.
En los siglos posteriores se popularizaría la bañera de hierro, y tras la industrialización, y el esmaltado inventado por el escocés David Dunbar Buick, se convirtió en el elemento que a todos nos suena como elemento central de un baño corriente.
Hoy, con el ritmo de vida ajetreado y los problemas de espacio en viviendas, muchas personas optan por deshacerse de la bañera y sustituirla por grandes platos de ducha, y realmente con columnas y cabinas puedes conseguir un baño tanto o más placentero que en una bañera. Pero sigue siendo una pieza indispensable para muchos, y es clave en una casa con niños. Los fabricantes diseñan modelos comodísimos e increíblemente hermosos, elegantes, con diseños minimalistas, retro o innovadores, con todo tipo de materiales: mármol, roca, porcelana, solid surface…
Por suerte, nuestra sociedad hoy puede permitirse elegir entre tener bañera o no. ¡Motivo para dar gracias, si pensamos en cuando la única opción para lavarse un diciembre era tirarse al río!
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